27/05/2024
Este sábado se llevó adelante la celebración con motivo del 214° Aniversario de la Revolución de Mayo.
El Obispo, presidió el Tedeum en la Iglesia Catedral N. S.
del Rosario junto a los sacerdotes P. Francisco Vallejos, P. Marcos Ferreyra y
el párroco, P. Guillermo Di Pasquale.
Monseñor Hugo Manuel Salaberry sj, estuvo acompañado por
abanderados y escoltas de los establecimientos educativos públicos y privados y
las fuerzas de seguridad del Partido de Azul. También participó en el templo
religioso la Banda Militar "Combate de Perdriel".
Durante su homilía, Monseñor Salaberry hizo referencia al
Evangelio del día:
"Al atardecer del primer día de la semana, los
discípulos se encontraban con la puerta cerrada por temor a los judíos.
Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: «¡La paz esté
con ustedes!»
Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los
discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: « ¡La paz esté con ustedes! Como el
Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes.» Al decirles esto, sopló
sobre ellos y añadió «Reciban al Espíritu Santo».
1. Gran parte de las dificultades que percibimos en nuestros
primeros hombres de gobierno, las tenemos aún: peleas intestinas, recurrir a lo
de afuera para criticar lo nuestro, alianzas de cualquier orden con un sello
personalista muy notable, dificultad para pensar como nación integrando el
todo, esto es sin excluir lugares ni pueblos, ambiciones personales, eliminar
al que molesta, esperar que se dé vuelta la tortilla para sacar provecho y
hacer lo mismo que criticó duramente de lo que hacía el anterior.
2. Por eso, al leer el evangelio del día de Pentecostés me
pareció que bien podía recurrir a ese párrafo de San Juan para que nos
sugiriese algunas líneas de reflexión, siempre pensando que las reflexiones
evangélicas si bien cristianas, -deben ser y de hecho lo son- universales:
cristianas y profundamente universales. Entonces, la lectura nos habla del
temor que nos hace encerrarnos, de la paz que todos necesitamos, de las heridas
que quedaron grabadas y de la alegría que siempre debe acompañarnos.
3. Evidentemente el temor, nos hace encerrarnos en nosotros
mismos. Puede ser temor a los enemigos que buscan el exterminio (físico o
moral), puede ser el temor al castigo por una acción mala, puede ser el temor a
perder el poder, puede ser el temor a no ser reconocido, el temor a ser
agredido y por eso la actitud defensiva constante, temor a no ser feliz, temor
a haber equivocado el camino, no sé,
hay infinidad de modos de encerrarse por
temor. Es un mal de este tiempo: solemos movernos en gran parte por huir de un
destino al que le tememos o bien, tratar de vencer el temor haciéndonos notar
visiblemente para no pasar desapercibidos. Una especie de petulancia o
engreimiento.
4. En medio de esa verdadera prisión, de ese encierro,
debemos buscar y encontrar la paz. La experiencia evangélica, nos dice que
cuando los apóstoles permanecían encerrados, el Señor permite la primera gran
persecución de la historia: tuvieron que salir de su encierro y a medida que
caminaban por el mundo, fueron pregonando la buena nueva de la Salvación, la
venida del Reino de Dios. Es muy difícil, por no decir imposible, la paz 'del
encierro' en una comunidad viva. Deberemos buscar la paz en el caminar, un
aprendizaje arduo y requiere sus
cuidados. Pero hay que salir. El encierro, a fuerza de vernos las caras todo el
tiempo y del 'manoseo' de dramas personales ventilados de frente o de costado,
nos vuelve impacientes, intolerantes y muy neuróticos.
5. Las heridas recibidas cuando son fuente de historia, de
memoria, no perturban la paz arduamente conquistada. El Señor muestra las
heridas de su cuerpo y les trasmite la paz. Porque esas heridas no sólo no
deben ser olvidadas sino que serán la presencia diaria y la señal de lo que
hemos costado y de lo que cuesta trabajar, vivir y morir por los demás. No las
estimo como justificación de una contraofensiva, sino de una prueba de lo que
cuesta mantener la unidad.
6. De allí que nuestro camino estará siempre acompañado por
ese gozo que nos genera el saber que estamos donde tenemos que estar, haciendo
lo que tenemos que hacer, desgastándonos por nuestros hermanos. Además el gozo
es compartido: estaban en el mismo lugar, el temor deja lugar a la alegría, se
encuentran en la paz que el Jesús Resucitado trae consigo y reciben el Espíritu
Santo, que es Espíritu de unidad y de amor. Pero tienen que salir.
7. Por eso el asunto es qué hacemos con ese temor que nos
deja encerrados. Nos hace falta un verdadero análisis como país, que en más de
dos siglos, no ha conseguido salir de esta forma de 'encierro'. Muestra de ello
es la necesidad que tenemos de requerir la aprobación en lo que hacemos, la
necesidad de que hablen bien de nosotros y por otro lado, seguimos mostramos lo
mal y atrasados que viven algunos argentinos en cierto lugares de la Patria,
cuando tenemos una realidad igual o peor a dos cuadras de la casa. Sin
exagerar.
8. Cuando hablamos de heridas, los santos Padres nos dirán
que la mejor y la única forma posible de mantener la unidad es la acusación de
sí mismo. Y en este punto deseo detenerme. Llegamos al extremo, por ejemplo en
la prensa u otros autores, argentinos ellos, que citan a autores o periodistas
incluso historiadores extranjeros -de cuarta por supuesto- que nos denigran,
para confirmar que lo que ellos sostienen es razonable y veraz. O sea que
autores argentinos, permiten que autores extranjeros denigren el país, la
historia o la familia argentina! Entre hermanos buscamos fuentes vecinas para
que critiquen la familia nuestra. No esperen eso de mí.
9. Por supuesto que debemos crecer: compartimos momentos y
pasiones, pero no bienes naturales ni sobrenaturales; ni siquiera espirituales
y muchos menos materiales. Apostamos a la familia, pero a la chica, no a la
grande, esa que nos constituye como comunidad política, la ciudad, la provincia
o la Patria. Somos muy patriotas pero estamos más pendientes de lo que tienen
que hacer los otros por la Patria que lo que nosotros tenemos que hacer por
ella. Comunitariamente tenemos mucho que aprender y mucho camino por andar. Las
desigualdades que fácilmente vemos en nuestra ciudad, nos avergüenzan
10. Pero yo vivo aquí. Nací en este bendito país, trabajo
acá y quiero morir aquí. Y amo este lugar que aquellos hombres de Mayo
prefiguraron incipientemente. Me quejo, sí, pero sigo apostando a este lugar.
No existe ni hay otro en el mundo, donde yo sea yo. Así es la tierra que quiero
con toda pasión: contradictoria, llena de incertidumbre, donde cada día
comenzamos de nuevo y cuesta romper el individualismo. Donde el aferrarse al
propio juicio dificulta la convivencia y donde no pueden hacerse planes para
muchos días, no años. Donde tratamos de 'zafar' de la responsabilidad que
tenemos y compete y procedemos como Miguelito el de Mafalda cuando lee en el
diario la frase: 'La familia es la base de la sociedad' y él dice, "¿La familia
de quién? ¡¡¡LA MIA NO TIENE LA CULPA DE NADA!!!"
Que el Señor bendiga abundantemente los hombres de Mayo, que
nos dé sabiduría, honestidad y paciencia a todos. Que continuemos con esa
costumbre admirable de recibir a quienes quieren vivir aquí, como hermanos o
hijos muy queridos. Que así sea.
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