A esos gigantes enanitos capaces de entrar en una caja de 500 centímetros cúbicos y hacernos ver mil mundos, sin pedirnos siquiera que abramos los ojos; a esos próceres de más allá que nos hicieron pasar las mañanas Rapidísimo y disfrutar como locos La vida y el canto; a esos ídolos de un poco más acá que le dieron suspenso a nuestras mañanas con los Casos Policiales y los sucesos que conmovieron a Tandil; a la dueña de esa voz inconfundible que desde 1984 nos viene tentando con un pollito; a quien le dio pausa a nuestros sufrimientos futboleros anunciando con tono varonil el Tempo y a todos los que hacen que nuestras soledades se esfumen como por arte de magia, les queremos desear un muy feliz día.

Uno de esos genios, nacido hace tan solo unas cuatro décadas en estas tierras, dijo que desde que empezó a trabajar frente a un micrófono cree en la bigamia; porque por más hermosa que sea la mujer de su conquista, su corazón siempre latirá casi igual de fuerte por este teatro en el que los actores no pueden ver al público ni el público a ellos, aunque el acompañamiento mutuo sea tan poderoso como incomparable.

Así es y de eso dan fe los fieles oyentes que de vez en cuando dejan pagando a quien les habla con tal de seguir con la oreja prendida a sus programas favoritos porque - aseguran- no hay nada más lindo que escuchar solo por el placer de escuchar y saborear de esas palabras que viajan por el aire rumbo a cada hogar, taller o estudio para sensibilizar hasta al más terco refutador de leyendas.

Hoy es el día del locutor. Desde este espacio saludamos afectuosamente a esos obreros de la palabra. El autor del artículo es Alejandro Latorre, quien está escribiendo un libro sobre la radiodifusión en el sudeste bonaerense.