“Trazos abiertos” es el nombre de un proyecto promovido desde el Área de Cultura de la UNICEN que nació de la inquietud colectiva de varios espacios de la Universidad y que culminó con la creación de un mural colaborativo en la Escuela 10 de Tunitas, inaugurado el pasado 7 de diciembre.

Nicolás Hernandorena es quien guió ese proceso artístico vinculado a las artes plásticas: aquello que nació como un esbozo de ideas se cristalizó en un hecho que lo trasciende como expresión meramente estética y revela, sobre todo para sus protagonistas, un proceso creativo alimentado por inquietudes y realidades propias.

El trabajo se hizo en diálogo con la profesora de Artística de la Escuela y con un equipo interdisciplinario integrado por otros profesionales y estudiantes de la UNICEN, entre ellos, Josefina Equiza, a cargo de la articulación de proyectos artísticos con los Puntos de Extensión Territorial universitarios.

Pintar un mundo propio: Un mural para la Escuela

10: ésa fue la idea inicial que aportó el periodista Alejandro Latorre, de la Secretaría de Relaciones Institucionales. “Nos encantó pero desde el Área quisimos ir más allá y proponer un trabajo más entramado y colaborativo entre nuestro equipo y esa comunidad educativa”, agrega Hernandorena.

El primer paso fue abrir la convocatoria a todos los estudiantes de la Universidad que habían formado parte de otras pinturas colaborativas y quisieran sumarse a este proyecto. El grupo de Ciencias Humanas que ganó las Olimpíadas Culturales en esa disciplina dijo “presente”. “Celina Silva, Belén Sottile, Gonzalo Sánchez y Valentina Moreno, estudiantes de la Facultad de Humanas, fueron pilares del trabajo y del vínculo con los y las alumnas de la Escuela Primaria y tuvieron a su cargo diversas actividades”, amplía el artista.

Comenzaron a diagramar una metodología de trabajo y se propuso contar un cuento para que sea el disparador a partir del cual desarrollar diferentes bocetos para trasladar a un panel grande y componer el mural propiamente dicho. El cuento fue de María Elena Walsh y la relatora, Anabela Tvihaug, coordinadora del Área de Cultura pero también una artista con vasta experiencia en el relato escénico destinado a los más chicos. La fórmula funcionó: los alumnos de la escuela se sumergieron en la historia pero también se la apropiaron: la pintaron con colores y texturas de su propia realidad. Un mural donde podían verse reflejados, desde el hacer y el ser. “Pensamos en María Elena Walsh como autora y punto de partida creativo que nos ofrece el disparate como motor de acción. En ese sentido, diversos juegos de improvisación y construcción de relatos colectivos fueron generando una narrativa colectiva que culminó en la composición de un cuento. Creemos que fue una experiencia muy rica para todos los que participamos porque quedó claro que el arte –en este caso su expresión a partir de un mural- revela siempre un lenguaje propio, genera su propio idioma. Eso hicieron los chicos: dieron vida a sus propios personajes que hablaban su propio idioma, vestían como ellos, tenían sus propias dificultades, saltando cualquier estereotipo y volviéndose un retrato de aquel territorio como lo ven los chicos que allí viven. Estamos muy felices con todo lo que se construyó, el mural es solo una parte de un proceso mucho más extenso y enriquecedor para todos, una prueba piloto de un proyecto que podemos y queremos llevar a otras escuelas”, concluye Hernandorena.

La primera experiencia de “Trazos abiertos” pone en valor el trabajo común entre la Escuela Primaria y la Universidad Pública, con el fin de colaborar con un relato de lo propio, fortaleciendo la identidad, el trabajo en equipo, la división de roles, tareas y el respeto por los aportes colaborativos de saberes artísticos y culturales.