08/07/2025
Los días eran de 24 horas, como los de ahora; pero la gente
tenía más tiempo para todo. Los chicos iban a la escuela y si tardaban más de
una hora en llegar a casa era porque se demoraban arrojando las toronjas de la
Plaza Independencia o habían sido demorados en la institución por mala
conducta. Los padres, que trabajaban de sol y a sol, no se alertaban y en caso
de que sus hijos fueran amonestados apoyaban a quienes ejecutasen la sanción.
Era por entonces otoño de 1955, año en el que el golpe de estado liderado por
la Marina y el Ejército derrocó al gobierno de Perón, evento conocido como la
Revolución Libertadora.
En Tandil, hijos de profesionales y proletarios coincidían
en el Colegio San José, un universo masculino de doble turno con reglas claras,
incuestionables, pantalones cortos, corbatas y hostias.
La vida, que a veces parece más ligera que una golondrina,
puso en el mismo escenario a purretes que más tarde habrían de elegir caminos
totalmente distintos; pero que el recuerdo común propuesto por la nostalgia
-esa amante a la que no hay que visitar todos los días para que no pierda el
encanto - une tiernamente.
El pasado domingo 16 de marzo, tras siete décadas del
momento de ingreso a la misma aula, los monaguillos dieron el presente, pero
esta vez no había delante ningún señor con sotana. Un fuego entibió el mediodía
frente al Lago del Fuerte y las sierras y en el aire flotaron los tesoros de la
memoria del Tandil de los otros años felices.
Juan Carlos de La Torre, uno de los mayores coleccionistas
de afiches del mundo y experto en cine, escuchó una anécdota que lo tuvo como
protagonista: una mañana se tiró como los demás por la baranda de la escalera,
pero con la desdicha de patinarse y dar de cabeza contra el piso; uno de los
curas gallegos se enteró y asociando el apellido con un sitio muy español
preguntó: "¿de qué torre se ha caído, el chaval?"
Escuchaban el relato entre otros Petty Pissani, héroe de la
música del pago chico y ex vicerrector de UNICEN, El Negro Canales, uno de los
pioneros del Centro Náutico del Fuerte, y Luis María Mandarano, "el bocho" de
primer grado que más tarde recibiera, sin perder la modestia, el título de
médico.
No llegaban a haber 70 balcones en aquella comarca; pero sí
más de 70 flores en ese jardín comunitario que tenía a Carlos Marzoratti como
intendente y una vida social, deportiva y cultural que parece volver sólo en
los libros del historiador lugareño Néstor Dipaola, otro egresado de la
centenaria institución de calle Maipú.
El hilo invisible que ata aquella inauguración de la etapa
escolar y el presente, con varios que se arriman desde lo alto, contiene la
calidez que sembraron los hermanos Rafael, José, Jorge, Alfonso María, Aquiles,
Genaro y Adelsio Celestino Delfabro - quien antes de la última reunión apareció
a través de un video de WhatsApp con vitalidad y alegría encantadora- y el
deseo de seguir estirando la vida, como inspirara Lima Quintana, encendiendo la
ilusión y los rosales para recorrer toda aquella magia.
El grupo
Los integrantes del grupo de ex alumnos y allegados son:
Enrique Aguirre, Miguel Almada, Alfredo Arhex, Horacio Ballent, Lali Barreira,
Rubén Bertini, Carlos Bizzozero, Raúl Canales, Martín Carricaburu, Segundo
Cesio, Juan Carlos De La Torre, Armando Díaz, Luis Farbo, Mario Ferreyra, Osvaldo
Freitas, Miguel García, Daniel Giménez, Carlos González, Miguel Iglesias; Juan
Larsen, Pedro Machain, Luis Mandarano, Oscar Mansilla, Daniel Menchón, Ángel
Montero, José Molina, Mario Moreno, H. Palacio, Norberto Pintos Arnaldo Pisani,
Eduardo PoseAlfredo Pontaroli, Tomás Renis, Jorge Gheersetti, Omar Sánchez,
Rubén Talamona, Alberto Urbelz, José Torres, Héctor Triposi, Jorge Durante y
Ricardo Schneider. Se suman los hermanos Rafael, José, Jorge, Alfonso María,
Aquiles, Genaro y Adelsio. Por este medio los ex estudiantes agradecen al
director del colegio, Passucchi, quien abrió las puertas de la institución para
compartir un grato encuentro, y a Carlos Galitielo, el portero de la
institución.
Más gratitud
Alejandro Latorre, autor de este artículo, agradece a Mario
Ferreyra que, con su característica bonhomía, colaboró en la producción para
producir este trabajo. También a Alfredo Arhex por acercar el listado completo
de nombres y apellidos.
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